-¡No puedo mas!-
Exclama levantándose llena de rabia. Se sienta en el suelo, al
calor de la calefacción. Siente frío. El suelo, la mesa, los libros, el
ambiente, los pensamientos... pero sobre todo las lágrimas... Puro hielo que se
desliza por sus mejillas. Ni siquiera la calefacción las derrite. Canta para
despejarse. No puede pronunciar una palabra sin que ese extraño sonido, que
siempre emite cuando llora, la interrumpa. No quiere saber nada de nadie, solo
quiere desahogarse. Prefiere hablar pero sabe que aquí no tiene a nadie.
nadie...-
Aún le recuerdo, aun los recuerdo... No aguanta el recuerdo,
recordar es difícil, recordar sola es difícil. Hay métodos más fáciles, de
cobardes, pero mejores que seguir así, sufriendo.
<<Es ser egoísta con la gente que me quiere, aun siendo
pocos… >>.
Es ser egoísta con ella
misma, tanto para nada. Tantos obstáculos superados...
Gira la cabeza y dirige la mirada hacia un pequeño escuche
que guarda en un escondite de debajo de la mesa. Con sigilo lo coge y levanta
su tapa dejando escapar un leve rechinado de las bisagras oxidadas. En su
interior hay vendas y medicamentos, poco a poco los va apoyando sobre el suelo
dejando al descubierto una cuchilla de plata con una enredadera tallada en su
empuñadura. Era una de esas viejas cuchillas de barbero antigua. La recordaba a
la película de Tim Burton "Swenney Todd" en la que Johny Depp hace de
un barbero que va matando gente para vengarse. Es idéntica. La coge y la
observa. La da vueltas buscando una respuesta que esté más allá de la
violencia, de la muerte. Nunca ha temido a la muerte. Piensa que solo es el
despertar de un sueño, de una simple mentira que nos esclaviza. Coge la
cuchilla por la empuñadura y se la dirige hacia el cuello. Simula los mismos
movimientos que hacía su abuelo al afeitarse. Todos los días que su abuelo se
afeitaba no podía evitar asomarse al cuarto de baño para mirar como lo hacía.
Le parecía atractivo ver la cuchilla pasar por la piel sin hacerle ni un solo
rasguño. Seguro que nadie lo hacía mejor que él.
Vuelve a observar la cuchilla una vez más. <<Es tan
bonita...>> Despacio, la dirige
hacia su brazo y con lentitud la va acercando hacia su muñeca. Se para en seco
y dirige su mirada hacia el techo recordando esa infancia tan difícil que la
hizo cambiar de golpe. Se remanga dejando al descubierto las cicatrices que
años atrás empezaron a convertirse en costumbre. Y pensar que todo empezó por
un pequeño mal entendido… no se lo merecía, claro que no. <<Nadie se
merece que la hagan esas cosas. Todo es demasiado injusto. La sociedad es
injusta>>. Piensa mientras apoya la navaja sobre su pálida y helada piel.
Suavemente se desliza con la ayuda de su tacto cual patín en el hielo dejando
un rastro carmín que gotea sobre su rodilla. Lo siente, siente lo que está
haciendo. Siente maltratarse de ese modo. Siente su sangre inundar la habitación,
siente que se ahoga, se ahoga en sus torturas, se ahoga en la incompetencia de
las personas…
Abre los ojos y empieza a llorar con más fuerza, tira la navaja contra la pared y se mira el brazo rastreándolo de arriba abajo, nada, ni una gota de sangre. Se lo aprieta con fuerza dejando escapar una mueca de dolor, hace mucho que no lo hace pero aún la sigue doliendo. Empieza a recordar el motivo de cada una y siente ganas, muchísimas ganas...
<<¿De
verdad es lo mejor? ¿De verdad crees que es necesario? Es una vida, no un
juguete. Es TU vida. Tienes que valorarla. VALÓRATE DE UNA VEZ y deja
de subestimarte y de auto compadecerte. Así no llegarás a nada. Has
de levantarte y superar todo lo que está por encima de ti, eres más que eso>>.
Sabe que la costó dejarlo,
y que se lo debe a su familia, a sus chicas y a él. Él que tanto ha hecho por
ella. No puede hacerlo, no le puede defraudar. Se levanta decidida coge la
navaja que tanto daño la ha hecho y la guarda en la caja junto con las vendas y
los medicamentos. No quiere tenerla cerca. No quiere recordar su pasado. Ha
decidido pasar página y lo va a hacer. Guarda la caja en su bandolera y con
paso avivado evitando preguntas se dirige a coger su bici. No muy lejos hay un bosque con un inmenso precipicio. La encanta que el
viento la de en la cara. La encanta sentir que puede ser libre en algún momento
del día. La apasiona ese
lugar. La encanta ver revolotear a los pájaros sin ningún temor a perder el
equilibrio y caer al vacío. Al llegar apoya en un árbol su llamativa bicicleta
y se asoma al borde del precipicio, mira hacia abajo y se da la vuelta dándole
la espalda. De su bandolera saca la caja. La abre y la vacía de los
medicamentos. Solo deja ahí la navaja. La cierra y junto con ella sus ojos.
<<No quiero que me hagas más daño, no quiero perderme en esta realidad otra vez...
¡No quiero volver a verte!>>
Lanza hacia atrás el brazo dejando caer la pequeña caja por el
inmenso precipicio. No se dará la vuelta, seguirá su camino sin mirar atrás y
sin recordar el pasado que tanto la atormentaba. Ahora tiene una vida nueva. No
quiere obstáculos que la frenen.
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