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viernes, 1 de marzo de 2013

Pasó de largo por mi vida como un tren de mercancía.

Hola, tenía que escribirte.
No se quien eres, tampoco se donde vives. Simplemente creo que puedes entenderme.
¿Alguna vez te han enviado una indirecta?
Si, esa clase de mensajes subliminales que algunas veces decimos con un fin o simplemente por quedar bien. Hay veces que la intención es que esa indirecta sea entendida y otras en las que pasa de largo como un tren de mercancía. 
Cuando recoges esa idea y te das cuenta que iba referida a ti te sientes raro, como vacío por dentro. Si es un mensaje agradable te sientes bien, como si estuviese recorriendo cada centímetro de tu cuerpo con sus labios, pues esa persona es especial y te agrada que te haya dicho eso. Pero sin embargo, si el mensaje es negativo, te hace pensar en cómo eres, en el porqué de esa indirecta y cómo podrías cambiar. Es... como si esa misma persona, que tanto te importa, te hubiese pegado un puñetazo en la cara y dejado medio inconsciente en el suelo.
No sólo hay indirectas habladas o escritas, también están en los gestos y en nuestras acciones.
¿Ahora me entiendes?
No me gustan las indirectas. Me gustan las cosas a la cara. Eso es comunicación y los seres humanos resaltamos entre las otras especies por saber comunicarnos. 

Con ellas sólo complicas las cosas.